Macario II
Dicen que el amor es dúplex, puede ser tormento y complemento a la vez. Para Macario era solo un rumor, algo de lo que no le constaba su existencia.
Por eso Cupido estaba preocupado: no podía existir en el planeta alguien que no conociera lo que es el amor. Eso no resultaba precisamente bueno para su imágen.
Buscó desesperadamente a Macario hasta dar con él. Era difícil pues entre recorridos tenía que enamorar y deshacer parejas, por lo que el objetivo terminaba perdiéndose una y otra vez.
Cronos no cooperó. Dejó que el tiempo pasara sin detenerse y las cosas siguieron su curso natural. El viejo Cupido no aceptó jubilarse pues tenía la espina clavada de un trabajo incompleto.
Macario sale de su casa a hora temprana. Cupido, casi sin dormir por estar vigilando a su presa y con una artritis reumatoide tamaño familiar, busca deseserado la flecha que por tanto tiempo ha guardado. Apunta, dispara y hace blanco en la humanidad del hombre.
El querubín abre los ojos, espantado, y se apresta a huír de inmediato. Macario se desangra entre balbuceos ininterpretables y siente que la vida lo abandona.
Dicen también que el amor entra por los ojos. Puede ser cierto. Lo que es verdad es que no lo hace por la garganta.