P.M.
A Javier no le gusta usar corbata. Menos aún con ese traje verde que han elegido como uniforme de trabajo. Siempre comenta que parece camaleón sacando la lengua. Hoy el calor se convierte en enemigo y lo hace sudar hasta sentir deshidratarse, pero no piensa detenerse a comprar algo para refrescarse. Esos minutos pueden ser vitales para llegar a tiempo al sitio indicado. Lo único que le hace llevadera la situación es verla, encontrarse con ella como todas las tardes.
Mara debe quedarse en la oficina después de cumplido el turno, pero no acepta. Inventa una cita con el dentista y tras mil pretextos consigue librar la responsabilidad. No tiene la menor intención de faltar a su encuentro con el que ha decidido es el hombre de su vida. Tal vez el día indicado para compartir el sentimiento es hoy.
Los mensajes soeces producidos por el claxón de los automovilistas hacen que Javier regrese a la realidad. El semáforo está en verde y piensa en los segundos que ha perdido pensando en ella. Luego se arrepiente de haber utilizado esa palabra. No se pierde el tiempo pensando en ella, solo se disfruta más. Un grito lo obliga a orillar el vehículo y le hace ponerse de malas.
El elevador atestado de gente cargando diversos olores y humores no amedrenta la intención que tiene Mara de abordarlo. Puede bajar por las escaleras pero aún llevando buen paso se retrasaría un par de minutos. Además, el maquillaje puede verse afectado por el ejercicio y el pésimo sistema de aire acondicionado que hay en el edificio. Es una ironía que al salir a la calle el ambiente sea más fresco que en el interior. Camina apresurada por el lado en que la acera está totalmente cubierta de sombras que regalan los árboles y piensa cada una de las palabras que dirá cuando llegue el momento.
A Javier se le ilumina el rostro cuando la ve esperando en el lugar de siempre. Es lunes y el fin de semana familiar de ambos lo sintieron exasperantemente largo. Por eso las emociones son más fuertes este día. Hay tensión, hay emoción. Es como volver a aquellos años de secundaria en que el solo ver a la otra persona descubría rubores en el rostro. Mara se arregla otra vez la ropa y el peinado y espera que pase la gente antes de abordar el vehículo.
Es cuando las miradas se encuentran y los tres años que han pasado desde la primera vez que se vieron se resumen al instante actual. Una y otra vez reviven cada uno de esos momentos mientras viven el de hoy.
Mara paga su boleto y Javier permite que tome su lugar antes de arrancar el autobús. Tal vez algún día puedan cruzar palabra. Mientras tanto Mara seguirá siendo "la abue" y "el jaibo" el viudo de la vecindad. Tal vez algún día puedan conocer uno el nombre del otro. Tal vez algún dia.
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