.:Lemon:.

Vida y sobras de un sujeto con complejo de limon E-mail

12.13.2004

Con la pena...

pero somos bicampeones.

Y con la alegría de que el limón se va de vacaciones blogueras. Con tanto trabajo como deudas resultaría estresante intentar siquiera escribir algo.
Aprovecho la ocasión para desear anticipadamente una feliz navidad y que cierren excelente el 2004 (sonó a albur pero no lo es).
Ci llu leiter, mai frens.

12.09.2004

Apenas toqué el timbre y abrieron la puerta. Una dama entrada en años -tan entrada que se puede decir iba de salida, je- me dijo sonriente:

- "Cuando no comprendemos una cosa, es preciso declararla absurda o superior a nuestra inteligencia, y generalmente, se adopta la primera determinación". Eso lo dijo Concepción Arenal. Espero que tú comprendas por qué estás aquí-.

Yo, sin perder nunca la elegancia y distinción que me caracterizan, ofrecí un sensible "Chido, ruca" como respuesta.
En la pequeña sala había un poco de muchas cosas. Mujeres, alcohol, humo...mujeres y mal gusto para la decoración. Una de las chicas se acerca y me dice al oído:

-"Quien da pronto da dos veces. Séneca"- y guiña un ojo. Me lo hubiera dicho en mi adolescencia. A estas alturas si le doy una vez podemos celebrar con fanfarrias.

Nos dirigimos a la planta alta de la casa y entramos por la primera puerta que ví. De hecho era la única puerta. Y, siendo aún más honesto, ni siquiera la ví, porque estaba un poco oscuro el pasillo. Apenas me senté en un cómodo reclinable, la chica dijo:

- "La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede. Huxley"-.
A partir de ahí la historia se torna confusa, con lagunas bastante largas y situaciones bizarras que no vale la pena intentar recordar siquiera.

Entre el remanente de memorias rescato cuando bajé corriendo la escalera y en la puerta la dientona me detuvo.

- "Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Eso lo dijo Baltazar Gracián"-.

Entonces lo mío fue buenísimo, porque fue brevísimo. Y carísimo. Sin embargo, aprendí de la experiencia: no vuelvo a ir a una casa de citas.

12.02.2004

Obscuridad

Alguien dijo su nombre. Lo escuchó claramente entre el ruido de los coches, unos avanzando de prisa sobre la avenida; otros con los motores listos para cuando el semáforo marcara la salida con el verde, color de la esperanza por llegar a tiempo a donde no harían nada interesante.
Pocos caminaban a esa hora del día, cuando el sol veía morboso aparecer la desnuda y blanca luna en el lado opuesto. La luz se desentendía del presente y optaba por jugar a las escondidillas. La obscuridad era la dueña del trono en el reino de la indiferencia.
Gabriel buscó el orígen de la voz y no lo encontró en un lado ni en otro. Las ventanas de los edificios mostraban la muerte de las luces al terminar la jornada de trabajo, como si fuera una serpiente avanzando hasta el suelo para tragarse a todos al salir.
Lo único que alcanzó a ver fue el coche tratando de esquivarlo sin mucha fortuna. Gabriel cerró los ojos, tal vez para solo sentir el impacto, quizá para alargar lo impostergable. Pero nada pasó. Cuando se dió cuenta ya estaba en la acera de enfrente, temblando, sudoroso. Junto a él su salvador.
Era imposible, impensable siquiera. El tipo debió haber volado para quitarle del camino. Se lo comentó, tartamudeando, sin ocultar su asombro y agradecimiento. El otro solo sonrió y le mostró los colmillos, listo para atacar.